MARTES 08/09
ACTIVIDAD Nº 1
ÁREA: EDUCACIÓN VISUAL.
CONTENIDO:
LA PRODUCCIÓN PLÁSTICO VISUAL EN EL ENTORNO.
CAPACIDAD:
COMUNICACIÓN
PROPUESTA
DIDÁCTICA: VAMOS A REPRODUCIR A NUESTRA MANERA EL
MARAVILLOSO LIENZO” EL PUENTE JAPONÉS” DE MONET, CON LOS MATERIALES QUE
TENGAMOS EN CASA
¿QUÉ NECESITAMOS?
·
PINTURAS.
·
PINCELES, ESPONJA.
·
CARTULINA BLANCA U HOJA
·
CINTA DE PAPEL.
¿CÓMO LO HACEMOS?
·
PASO 1. EN LA CARTULINA BLANCA
MARCAREMOS CON LA CINTA EL PUENTE.
·
PASO 2. USANDO LA ESPONJA PINTAREMOS CON
TONOS VERDES Y AZULES EL FONDO.
·
PASO 3. LOS DETALLES, HAREMOS DETALLES
CON PINCEL EN COLORES BLANCO, ROSA.
·
PASO 4. DEJAREMOS SECAR.
PASO 5. RETIRAREMOS LA CINTA Y CON CRAYONES PINTAREMOS EL PUENTE.
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1- ÁREA: PRÁCTICAS DEL LENGUAJE
CAPACIDAD:
COMUNICACIÓN
PROPUESTA DIDÀCTICA: Jugar con las rimas.
BUSCAMOS LAS
PALABRAS QUE RIMAN Y LAS ENCIERRO CON EL MISMO COLOR; POR EJEMPLO LANA RIMA CON
RANA, ENCIERRO AMBAS O LAS SUBRAYO CON AZUL
LANA
SAPO
LEON
PELOTA
CAMALEON
JUANA
TROMPETA
TRAPO
CAMISETA
MANOTA
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ACTIVIDAD Nº 3
ÁREA: MATEMÁTICA
CONTENIDO:
UTILIZAR INSTRUMENTOS DE MEDICIÓN NO CONVENCIONALES PARA ESTABLECER RELACIONES
DE MEDIDA.
CAPACIDAD:
RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS.
PROPUESTA
DIDÀCTICA: MEDIMOS PARTES DE NUESTRO CUERPO CON
ELEMENTOS NO CONVENCIONALES. UTILIZAREMOS TIRAS DE PAPEL DE DIARIO O DE
CUALQUIER PAPEL QUE TENGAN EN CASA, Y REGISTRAMOS. ( PARA ESTA PROPUESTA
NECESITAREMOS LA AYUDA DE UN ADULTO, QUE NOS COLABORE EN LAS MEDICIONES, Y LA
FOTO DEL LARGO DE LA TIRA DE PAPEL QUE UTILIZARON PARA MEDIR)
MI CABEZA MIDE:
……………………………..
MI CUELLO
MIDE: ………………………………..
MI BRAZO
MIDE: ………………………………….
MI MANO
MIDE:………………………………..
MI PIE MIDE:
………………………………………
MI PIERNA
MIDE: …………………………….. PARA VER EL VIDEO DE LA ACTIVIDAD HAS CLICK EN EL SIGUIENTE ENLACE:
5- LITERATURA:
1- CUENTOS QUE VIAJAN DISFRUTAMOS DEL
CUENTO BICHO RARO DE GRACIELA MONTES.
El bicho raro
apareció un día como otros días, en la plaza de la vuelta de la ciudad
importante justo a la hora en que Anastasio, como siempre, rastrillaba el
arenero. El bicho raro miraba con sus ojos rosados desde abajo de una hamaca.
Era verdaderamente raro, sin chiste. Tenía una gran cabezota llena de rulos y
bigotes muy lacios. Tenía un cuerpo gordo de vaca. Tenía ojos rosados. Tenía
una cola ridícula, dientes absurdos, hocico inverosímil.
Anastasio se lo quedó mirando, con el rastrillo en la mano. Y el bicho
raro también lo miró a Anastasio.
Al poco rato empezó a correrse la noticia, por supuesto. Un bicho raro no
puede pasar desapercibido en una ciudad importante. A la plaza de la vuelta
llegaron los biólogos y los vigilantes; los locutores de televisión y los
veterinarios; los curanderos y los astrólogos.
Pero llegó, más que nadie, el intendente; el único intendente de la ciudad
importante, que de inmediato mandó desalojar la plaza. Y mandó muchísimo
más: no por nada era intendente. Mandó, por ejemplo, que trajesen una jaula,
una gran jaula de aluminio que brillaba como una estrella. Tanto brillaba que
nadie se explicaba cómo podía ser que el bicho raro no quisiera entrar en ella.
Enroscado, debajo del tobogán, espiaba con sus ojos rosados, y miraba cómo
Anastasio volvía a rastrillar la arena para quitarle los papeles, las cajitas y
las latas de todos los visitantes.
Lo cierto es que para meter al bicho raro en la jaula hubo que
usar correas rojas y cadenas redondas con los eslabones de
bronce.
Después subieron la jaula a una camioneta, y la pasearon en triunfo por la
ciudad; ida y vuelta por la gran avenida, por la calle de los
generales y por la calle del cine.
Todos se agolpaban para mirar a bicho raro; para tirarle, si podían, de las
orejas. Nadie, en cambio, le miraba a los ojos.
Y en la ciudad importante es fácil acostumbrarse a todo, hasta a un bicho raro.
Por eso, el bicho raro, al rato, ya no fue tan raro:
-“No es nada más que un bicho.”
-“Y después, un bicho molesto”.
Poco a poco, bicho raro dejó de mirar pasar las cosas con sus ojos
rosados. Y se acurrucó contra los barrotes, porque la jaula brillante no tenía
rincones.
Entonces, volvió el único intendente. Y volvieron los biólogos, los
vigilantes, los locutores y los veterinarios.
-“¡Está intoxicado!”, dijo el veterinario.
-“¡Está descompuesto!”, dijo el biólogo.
-“¡Está engualichado!”, dijo el curandero.
Y todos estuvieron de acuerdo en que el bicho raro no tenía remedio.
-“¡Que lo lleven, que lo lleven de vuelta a la plaza!”, ordenó el intendente.
Y dio por terminado el cuento.
Pero a pesar del intendente, el cuento no terminó ahí. Porque en la plaza de la
vuelta estaba Anastasio, como siempre, rastrillando arena.
-“Bicho raro… bicho feo… ¡Pobre bicho!”, se dijo Anastasio cuando lo vio
acurrucado, como el primer día, debajo de una hamaca.
Y como era el mediodía, se sentó a desenvolver
con cuidado el paquete del almuerzo. Cuando estaba por
morder una puntita de pan pensó…
-“¡Pobre bicho! En una de ésas tiene hambre”
Anastasio se acercó despacito hasta la hamaca. Y despacito también, tendió su
mano grande con un sanguche de queso y matambre en la punta.
El bicho raro se levantó sobre sus piecitos de cinco dedos, husmeó la mano de
Anastasio con su hocico inverosímil, movió alegremente su cola ridícula y clavó
sus dientes absurdos en el sanguche tierno.
-“¡Pobre bicho! Tenía hambre”
Ese día, y muchos otros, Anastasio y el bicho raro compartieron el almuerzo
debajo de un paraíso.
FIN...
LES MANDO UN BESO ENORME, CARIÑOS... HASTA MAÑANA!!!
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